A los 9 años Gabriela Saidón quería ser escritora, música o detective. Descartó la tercera opción cuando, frente a la vidriera de la librería Rodríguez, en la Galería Belgrano, su mamá se negó a comprarle un kit de la Agente 99, con revólver de juguete, lápiz labial, anotador y birome.
Estudiaba piano y le gustaba, pero no era buena improvisando y no le alcanzaba con interpretar a otros. Eligió escribir por descarte. Era un poco nerd: feliz en la clase de lengua. Tiene un cuento inédito en el que una mujer se baja de un auto en medio de la ruta, salta un alambrado, le clava una navaja a una vaca en el cuello y se la come cruda.
Leía un montón y escribió las primeras dos novelas a los diez años en unos cuadernos Gloria rayados. Eran parte de una saga detectivesca y adolescente: Las aventuras de Sandy. A los 19 hizo su primer taller literario con Abelardo Castillo y sufrió una gran decepción cuando el escritor dijo que las novelas escritas antes de los 40 no podían ser buenas ni serias.
Le dolió, pero le hizo caso. Y esperó. Publicó unos pocos cuentos en revistas, pero se dedicó a escribir novelas y otros libros de largo aliento. También tuvo dos hijos, se separó y se casó, en ese orden. Trabajó un montón de años de periodista (la manera que encontró de escribir a cambio de dinero), así que alternó libros periodísticos con otros de ficción y de crónicas, y lo que más le gusta es saltar de género en género. Publicó: “La montonera. Biografía de Norma Arrostito”, “Qué pasó con todos nosotros”, “Cautivas”, “Santos ruteros”, “Memorias de una chica normal (tirando a rockera)” y el último, “La farsa. Los 48 días previos al Golpe”. Puede decir que el año 1976 es su obsesión, por aquello de las heridas que no cierran todavía. Así que ahora va a por su kit imaginario de la 99 para convertirse, de una vez por todas, en la detective que no pudo ser.